Cuando hablamos de un producto artesanal, ya estamos introduciendo a la
producción material tradicional en el mundo del comercio y la
globalización. Sin comercio, no habría
artesanía, ni peticiones por parte de un consumidor para realizar cambios. Sin embargo la artesanía se convierte en una
estrategia económica para el mejoramiento de condiciones de vida de sectores
menos favorecidos, que en el caso de Latinoamérica asciende a veinticinco
millones de artesanos.
La globalización, a través de la aceleración de los intercambios de bienes
y servicios de todo tipo a escala mundial, facilita la comunicación y la manifestación
de múltiples expresiones culturales, pero al mismo tiempo, comprende dinámicas
altamente homogenizadoras.
La concentración de ciertos actores de los mercados culturales (promovidos
por factores económicos, comerciales y de marketing), es ya una realidad en la
mayoría de los países y constituye un obstáculo a la difusión y proyección de
las variadas culturas iberoamericanas, en perdida de la diversidad cultural y
de su promoción.
“La diversidad cultural, además de ser reconocida y valorada debe ser reconocida y valorada, debe poder
expresarse en todos los ámbitos en condiciones de igualdad, libertad, y
dignidad. Los derechos culturales, la
igualdad de oportunidades y las políticas de inclusión están inevitablemente
vinculados al fortalecimiento de la diversidad cultural”[1]
La artesanía se ha introducido dentro de la dinámica de mercados con una
marcada utilización libre e indiscriminada de los elementos culturales, vemos
como la producción seriada y descontextualizada de copias de artefactos y
objetos producidos por las poblaciones tradicionales, ya alejados de sus
referencias culturales originarias todo para dar satisfacción al mercado de las
masas, y ahora con gran auge mezclados en el mercado de la moda.
La producción tradicional de artesanías de Latinoamérica debe competir con aquellos elaborados masivamente en
oriente, es así como elementos cargados de identidad se enfrentan a otros con producciones más
eficientes o bien desarrolladas de forma más utilitaria de acuerdo a las
demandas del mercado. Esto genera una
competencia desigual en los precios del mercado y disminuye el valor que el
producto artesanal representa cultural, social y económicamente.
Algunos sectores productivos han logrado organizarse consolidando pequeñas
organizaciones gremiales, cooperativas o microempresas.[2] Esta forma de agrupación ha logrado mejorar
en muchos casos la calidad de vida de los artesanos y les ha llevado programas
gubernamentales o no gubernamentales para el mejoramiento de sus procesos de
producción.
Así vemos una doble problemática, una en la cual la transferencia tecnológica y la innovación no han afectado las raíces culturales, y otra
en la cual la producción artesanal tradicional ve afectada sus medios de
producción.
Los artesanos no cuentan con organizaciones eficientes, que logren poner en
valor su labor productiva.
La artesanía indígena ocupa un espacio importante en la producción
artesanal latinoamericana, se enfrentan continuamente a la perdida de los
valores tradicionales y de cosmovisión como resultado de “políticas etnocidas”
y por la introducción de nuevos tránsitos
y lecturas en los cuales el arte se ha ido desdibujando cuanto mas se ingresa
en el mundo de los objetos de consumo.
El arte indígena intenta integrarse y participar del mundo moderno sin
perder sus raíces, pero lo hace en medio de una contemporaneidad que muchas
veces lo obliga a olvidar su pasado. El
artesano se ve abrumado por los mensajes mediáticos consumen y se apropian de
información que se ve reflejada finalmente en sus productos.
Gráfico 1. Mochilas de la
comunidad Wayúu, la Guajira, Colombia
Se ven dos vertientes claras una que apunta a un conservacionismo de la
cultura, que lleva a una situación más bien utópica y que intenta mantener
intacto el objeto etnográfico, que esté solo sea utilizado en su contexto y
función original apartándolo de la comercialización externa y por ende de la
oportunidad que la artesanía tiene de mejoramiento económico para el productor,
sin duda es la artesanía una de las formas que tiene una comunidad para
mantener su identidad étnica, pero ¿qué oportunidades tendrían entonces de
tener unas mejores condiciones de vida? Esta es solo una de las preguntas que
genera esta posición. Por otro lado
tenemos la situación en la cual la artesanía se apropia de elementos externos y
los traduce en rasgos propios de su cultura, aquí la artesanía como elemento
material de una cultura se ve tan abierta al cambio como esta. El novedoso proceso pluricultural al que se
enfrentan las comunidades hace que poco a poco la cultura cambie y la artesanía
al ser producto de una cultura, se modifica con ella. En esta situación surge
la pregunta, ¿cambiara tanto la cultura para producir cambios radicales en la
simbología del producto artesanal tradicional?
En todos los casos es inminente la aparición de un discurso homogenizador,
en donde el precio, uniformidad y consumo llevan a la artesanía y al artesano a
una posición inestable con el pretexto de una “Sociedad global”, basada en la
“integración forzada” y no en la inclusión de los excluidos.
Es importante poner sobre la mesa que cada cultura recorre los caminos de
acuerdo con su propia historia.
Lo anterior nos lleva a reflexionar cuales son los niveles de intervención
que deben tener los productos artesanales, intentando mantener un balanza entre
conservación cultural e introducción en la dinámica de mercado.
[1] Declaración de Santo
Domingo, La diversidad cultural iberoamericana y el comercio internacional de
bienes y servicios culturales. VI Conferencia Iberoamericana de Cultura, OEI
2002
[2] En Colombia la
organización gremial de artesanos se encuentra solo en el 17% de la población
de acuerdo al Censo
Económico Nacional del Sector Artesanal.
Artesanías de Colombia S.A. 1998