Dentro del entramado de
relaciones que se establece entre
artesanos y compradores, es necesario tener en cuenta la atracción que pueden
provocar determinados aspectos de la cultura de los primeros; fundamentalmente
ciertos elementos tangibles de las artesanías como color, forma, diseño,
material, tipo de producción, que de alguna manera, se vinculan al mundo de la comercialización. Me refiero a esas señas de identidad del
producto artesanal, específicas de cada zona, que pueden ser captadas con
facilidad por compradores o comercializadores y que muchas veces se utilizan
como reclamo para motivar una compra, es decir la idea de que una artesanía
puede reforzar el recuerdo de un viaje, o bien el apoyo económico o ideológico
a una comunidad o medio ambiente en detrimento.
Ahora bien, en nuestra sociedad occidental, solamente aquellos
factores que se publicitan de manera adecuada llegan hasta el público al que
van dirigidos. Para el caso de la
artesanía, sólo algunos productos específicos de cada lugar, de cara a su
exotismo o las condiciones de éxito turístico de la zona, son los que habitualmente
se promocionan. Pero hay que considerar
que una producción artesanal, bien sea por ser considerada exótica o, por estar
vinculada a un destino turístico, posee una serie de elementos patrimoniales característicos
que configuran su identidad y, que existen grupos e instituciones que son conscientes
de su valor, desean su conservación y proyección tanto para los miembros de la
comunidad como para los foráneos.
El visitante de un lugar no busca
solo descansar, una buena parte de ellos participa en actividades
culturales. En este sentido los museos,
monumentos históricos y parques naturales destacan, en las solicitudes de los
turistas, como espacios de interés para cubrir estas necesidades. En la actualidad, no solo la artesanía como
producto sino todo su entorno, talleres, artesanos y técnicas se convierten en
un reclamo de los visitantes de un lugar.
El hecho de que un turista
conozca el patrimonio cultural puede ser altamente positivo; si además se les
ofrece una serie de acciones que potencien la asimilación de ese patrimonio. Así, se conseguirá, por una parte, que éste
grupo de individuos comprenda algunos aspectos de la identidad de sus
anfitriones, y por otra, que estos últimos se preocupen por activar y preservar
elementos que, en otras circunstancias podrían quedar relegados.
No se debe tomar una posición
extrema al considerar que, solo gracias al turismo, se puede recuperar la
artesanía como patrimonio (ya que el mantener vivo un oficio artesanal depende
de la comunidad productora), pero si hay que afirmar que el turismo es de gran
utilidad para lograr este fin.
Será cada comunidad, por si
misma, quien tenga que ocuparse de inventariar, catalogar, conservar,
transmitir y, en su caso, activar el patrimonio propio. Esta decisión, que debe depender
exclusivamente de los miembros de cada grupo, puede ponerse en marcha con el
apoyo económico de instituciones o empresas, privadas o públicas.
Un lugar puede darse a conocer a
través de sus elementos patrimoniales dentro de los cuales la artesanía tiene
un papel preponderante; así, el turista se llevará la imagen que sus
anfitriones le ofrezcan y esto, además de proporcionar un beneficio económico,
servirá para reforzar la estima que sobre sus factores identitarios tienen los
pobladores.
Que gratas reflexiones Silvana, una abrazo!
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