El sector artesano se encuentra
inmerso en un mundo donde los valores culturales están sometidos a las leyes
del mercado, la propia supervivencia de este bien cultural depende de la
capacidad de organizarse adecuadamente como empresa en cuanto a su producción,
canales de comercialización y venta.
La mayor parte de los artesanos latinoamericanos
no están organizados como empresas legalmente constituidas y comparten su
actividad con otra ocupación remunerada, puede tratarse de tareas del campo, o
bien en el caso de las mujeres compartir esta actividad con las labores de
cuidado del hogar y los hijos. Todo ello lleva a una infravaloración de la
producción artesana.
Por otro lado encontramos que el
gobierno trata a los artesanos como cualquier otra industria de cualquier
sector, sin tener en cuenta las características diferenciales que reviste el
sector artesano.
La artesanía es una actividad
económico-cultural, por lo cual es importante comenzar por definir claramente
el término.
La artesanía, como producto folclórico, ha conformado rasgos distintivos
de nuestra identidad, como individuos y como colectivo. Este proceso está
determinado por el medio ambiente y la realidad cultural, social y económica de
cada zona. Las creencias, artes, valores, prácticas y tradiciones que se
transmiten de generación en generación, sugieren una memoria que vive el
presente a la vez que ponen en valor las experiencias ancestrales en la
cotidianidad de su quehacer.
La artesanía se puede concebir desde tres dimensiones:
- El artesano: como creador y constructor de cultura.
- La actividad artesanal: como proceso en el que se aplican técnicas y prácticas artesanales tradicionales y contemporáneas, y como proceso productivo que provee de medios de vida al artesano.
- El producto artesanía: expresión de identidad y de la cultura autóctona nacional, regional y local.
En referencia al sector artesanal estos tres componentes no pueden
separase, se hallan interrelacionados los unos con otros y son la fuente de
valor como producto folclórico.
La definición del sector artesano es un tema complejo ya que no existe
un criterio unificado sobre qué tipo de actividades económicas pueden
considerarse como artesanas. El concepto de artesanía ha evolucionado de forma
diversa a lo largo de la historia y ha adoptado diferentes acepciones. En la
actualidad, su definición sigue siendo heterogénea y se analizada desde
diferentes perspectivas.
A nivel internacional, la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), define la artesanía de la
siguiente manera:
“Los
productos artesanales son los producidos por artesanos, ya sea totalmente a
mano, o con la ayuda de herramientas manuales o incluso de medios mecánicos,
siempre que la contribución manual directa del artesano siga siendo el
componente más importante del producto acabado. Se producen sin limitación por
lo que refiere a la cantidad y utilizando materias primas procedentes de
recursos sostenibles. La naturaleza especial de los productos artesanales se
basa en sus características distintivas, que pueden ser utilitarias, estéticas,
artísticas, creativas, vinculadas a la cultura, decorativas, funcionales,
tradicionales, simbólicas y significativas religiosa y socialmente”. (1997)
Esta definición bastante amplia, no hace diferencia alguna entre las
categorías artesanales y, sin embargo enfatiza la preponderancia del trabajo
hecho a mano y los diferentes usos que puede llegar a tener un producto. Todo
lo contrario sucede con el legado “tradicional”, lo cual permite entrever la
característica de transformación y adaptación que tiene el producto artesanal,
pero sin comprometerse en ninguna afirmación. De acuerdo a esta definición todo
producto elaborado en su mayor parte a mano puede ser considerado como producto
artesanal.
En Colombia se acepta la definición, proporcionada por Artesanías de
Colombia S.A.:
“Actividad
de transformación para la producción creativa de objetos finales e
individualizados (productos específicos) que cumplan una función utilitaria y
tienden a adquirir el carácter de obras de arte; actividad que se realiza a
través de la estructura funcional e imprescindible de los oficios y sus líneas
de producción, que se llevan a cabo en pequeños talleres con baja división
social del trabajo y el predominio de la aplicación de la energía humana,
física y mental, generalmente completada con herramientas y máquinas
relativamente simples; actividad que es condicionada por el medio geográfico,
que constituye la principal fuente de materias primas, y por el desarrollo
histórico del marco sociocultural donde se desarrolla y al cual contribuye a
caracterizar”.
Los oficios artesanales se constituyen a partir de especializaciones
dentro de estructuras funcionales del saber. De esta manera se objetualiza el
conocimiento, al transformar un determinado género de recursos materiales
(materias primas), mediante la aplicación de unos procedimientos e instrumentos
específicos que permiten la obtención de unos bienes.
Esta visión ofrece dos elementos fundamentales. El primero, la
importancia que adquiere el oficio y su especialización como forma de división
del trabajo. Y el segundo, la necesidad de elevar a obra de arte el objeto, con
el fin de que el producto sea más apreciado y mejor pagado tanto en mercados
nacionales como internacionales.
La artesanía en Colombia puede ser considerada como expresión material
de su cultura donde lo indígena, lo afro y lo europeo, se mezclan y funden sin
una división clara de donde empieza o termina la una o la otra. De esta forma
cada producto aunque conserve rasgos particulares de la comunidad productora,
se ve influido bien sea en sus técnicas, materiales, usos o significados por
otras expresiones culturales.
De la misma manera, cuando se analiza la artesanía, debe tenerse en
cuenta la introducción de productos dentro de un mercado. Este hecho, provoca
que el artículo se vea influenciado por aspectos culturales y económicos, tanto
nacionales como internacionales.
Consecuentemente se puede afirmar, que la artesanía parte de los
productos “tradicionales” (que incluyen sus técnicas, materiales, morfologías,
usos o significados). Pero que, a su vez, adopta elementos ajenos a la
tradición provenientes de grupos externos al productor como una evolución
propia de la identidad de individuos y colectivos inmersos en un mundo globalizado.
Concluyendo, por artesanía se entiende, la producción de objetos
materiales locales que se introducen en dinámicas de mercado de compra venta.
En estas prevalece la producción manual, el uso de materias primas naturales,
el empleo de técnicas transmitidas por tradición junto a otras formas de
creación. En este sentido, se incluyen elementos artísticos, estéticos,
culturales, morfológicos, de uso y significado a las que está expuesto el
artesano productor, bien sea por tradición o evolución. Todas ellas pueden ser
consideradas como una expresión de identidad y de cultura autóctona nacional y
se ven influidas tanto por el desarrollo histórico, geográfico y marco
sociocultural donde se producen, como, por elementos ajenos a la tradición
provenientes de grupos externos al productor.
Esta definición propia, fruto del análisis de diversos documentos,
servirá de base para entender la producción artesanal y la artesanía, como
manifestaciones presentes en la industria cultural.
Para concebir el producto artesanal como producto folclórico, las
sociedades dejan atrás los limites cerrados de la cultura de la élite, para
contener también los testimonios de la memoria de la comunidad. Un recuerdo
dinámico que además de conservar los valores heredados, suma nuevos a partir de
cambios, transformaciones y sustituciones que su dinámica le ha permito
conocer.
Así, el patrimonio cultural de una nación está compuesto por los
productos de la cultura popular que incluyen los bienes materiales y
simbólicos, elaborados por los grupos subalternos (García Canclini, 1999). No
sólo abarca los bienes materiales, sino que también involucra a los elementos
naturales, culturales, materiales y/o inmateriales del pasado o del presente en
los cuales se reconoce un determinado grupo social.
Las artesanías evidencian ese proceso de construcción social del
patrimonio como desarrollo productivo y tecnológico asociado a las prácticas de
la vida cotidiana.
En el siguiente gráfico se puede observar algunas de las características
más sobresalientes de la artesanía como elemento cultural.
La UNESCO define a la artesanía como una de las formas que asume la
cultura tradicional y popular para representar el conjunto de creación de una
comunidad cultural. Además, reconoce que se funda en la tradición y es una
expresión de su identidad cultural y social.[1]
Por otro lado, los conservacionistas del patrimonio promueven acciones
para preservar lo que ellos consideran la esencia de un producto artesanal,
estableciendo unos valores y categorías de lo que “es tradicional”. Los
mercantilistas por su parte, consideran al patrimonio como recurso renovable
cuyo valor depende de los requerimientos del mercado, a cuya satisfacción está
orientada casi exclusivamente la explotación del mismo y promueven
intervenciones de corte comercial destinadas a satisfacer tales demandas.
La artesanía se debate entre inmutabilidad (condicionada por las formas de
producción, materias primas, técnicas y conocimientos heredados y/o aprendidos
del artesano) y su adaptación a las supuestas necesidades del mercado y
vivencias de sus productores.
Consecuentemente en la artesanía se observa una dinámica que articula tradición
y modernidad, un espacio único de creación, en donde el artesano está
continuamente expresando lo que encuentra en su cotidianidad, un proceso tan
cambiante como lo vivido. Efectivamente, la artesanía no es un producto
estático, está en continuo cambio de la misma forma en que lo hace la cultura,
adaptándose y configurándose a nuevas realidades.
Es claro que la artesanía está relacionada directamente con la identidad
y constituye una pieza fundamental del desarrollo de la creatividad. Con la artesanía
nos integramos a las llamadas industrias culturales como vía de acceso a la
modernidad en una plataforma funcional de productividad.
[1]
Recomendación sobre la salvaguardia de la cultura tradicional y popular.
Paris, 15 de noviembre de 1989. 25° Conferencia General de la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
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